RECONOCIO LA FRATERNIDAD DE BASQUETBOL ENEF-ESEF

EN VIDA AL INOLVIDABLE ENTRENADOR JORGE RUEDA A.

Por Víctor M. Rodríguez Ocádiz

”En vida, hermano en vida”, la frase épica de la escritora tampiqueña Ana María Rabateé referente a los homenajes a las leyendas que se deben hacer cuando aún están presentes, y no en el momento de su desaparición, fue el reconocimiento que hizo del “Halcón Dorado”, la Fraternidad de Basquetbol ENEF-ESEF, el pasado 13 de mayo al profesor Jorge Rueda Amézquita, padre de los clavados en México, quien murió este domingo.

Los mentores de la educación física, agrupados en dicha fraternidad presidida por el licenciado Francisco Ramírez, entregaron dos reconocimientos a brillantes colegas, quienes a pesar de no haber sobresalido en el deporte ráfaga, si lo hicieron en su especialidad. Nos referimos a Sandalio Sáenz de la Maza y a Jorge Rueda.

El entrenador de afamados clavadistas como Carlos Girón, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú, Jesús Mena, bronce en Seúl en 1988 y de metal argenta de Fernando Platas en Sidney 2000, se convirtió en leyenda por sus logros.

No debemos olvidar a la excelente clavadista María José Alcalá, quien brilló en los Campeonatos Mundiales, y es actualmente presidenta del Comité Olímpico Mexicano y presidenta de la Comisión del Deporte en la Cámara de Diputados.

Otros de los deportistas reconocidos por sus triunfos a nivel internacional, entrenados por Rueda, fueron Paola Espinosa, Yahel Castillo, Daniel Islas, Porfirio Becerril e Iván García. La huella del desaparecido técnico nacido en Uruapan, Michoacán en 1946,  integrante de la Generación 1966-1968 de la Escuela Nacional de Educación Física, llegó a sus hermanos, quienes también sobresalieron en el terreno deportivo.

Recordamos al buen amigo y colega, al pie de la fosa de clavados en Centro Deportivo Olímpico Mexicano, cuando a grito abierto, corregía a sus dirigidos para mejorar sus ejecuciones. Una vez concluida la sesión de práctica, los abrazaba y felicitaba por su forma ardua de trabajar.

Pronto, después de su egreso, se dedicó en cuerpo y alma a dirigir los clavados, situación que perduró medio siglo. Se inició en el Instituto Mexicano del Seguro Social, y en 1996 ganó el Premio Nacional del Deporte en la especialidad de entrenador.

Sus familiares, también destacaron en sus respetivas disciplias, Paco siguió sus pasos en el entrenamiento a clavadistas, José Luis fue un excelente waterpolista tanto como jugador y técnico, y no debemos olvidar a su hermana Josefina, quien se desempeñó como entrenadora nacional de nado sincronizado.

A últimas fechas, Josefina fungió como titular de la impartición de las clases de natación en el Internado Número Dos, “Ejército Mexicano”, de en ese entonces la Delegación Azcapotzalco. Su don de gente, aplicación de sus adelantados conocimientos, fueron un referente en dicho sector escolar. Recordamos su capacidad y deseo de trabajo en las clases matro acuátícas, en donde los alumnos nadaban al lado de sus madres y abuelas.

Descansa en paz mi estimado Jorge, la labor realizada durante cinco décadas, jamás la podremos olvidar quienes te conocimos en el CDOM. Y todavía hay educadoras, actuales funcionarias de las Escuelas Normales, que no respaldan a la educación física mexicana aún cuando sus docentes han otorgado brillo y fama a nuestra nación.

Finalmente recogemos una sugerencia del profesor Alfredo Cuéllar, integrante de la Generación 1967-1969, quien en la entrega de reconocimientos del “Halcón Dorado”, señaló la urgencia de contar con escritores, periodistas y técnicos para llevar a la Fraternidad a otros ámbitos de superación profesional.

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